sábado, 27 de agosto de 2016

SONETO V
(A FERDINO)



Inerme me veo, oh noble Ferdino,
en el huero vaivén del sentimiento,
cuan en inútil, vano movimiento,
veces mil sube Sísifo el camino.

Razones no hallo en este infame destino,
de paz desnudo, vestido en tormento;
que de sangre, asoma siempre sediento,
el que zahiere áspid fiero mi tino.

¿Qué hacer puedo? Mi fuerza, recios lazos,
no ya quebrar puede, flaca y vencida,
doblegados en la pena los brazos.

¿Sabréis vos, caro amigo, la salida
desde fuera mostrarme en breves trazos?
Si así fuere, os debiera yo la vida.




Luis Varela


RESPONDE FERDINO AL SONETO V



Ya del alma hora se alza el son quejoso;
lo escucho, y con él se va arrastrando
todo cuanto ácido mal catando
fui del tiempo que huyóse presuroso.

Cada paso que antaño di curioso
paciente en el hogaño voy juntando,
y la zafra de ayeres desgranando
me da fe de un engaño tenebroso.

Del juego vil la regla establecida,
ofrece la corona a la mentira
y deja la virtud del mal vencida.

A vuestro pecho que hoy triste suspira,
¿cómo dará a su prisión salida
aqueste que a ser polvo sólo aspira?



Fernando Fajardo

4 comentarios:

  1. Ya llovió desde que hiciéramos este lance en consonantes ¡Éramos tan jóvenes! Qué recuerdos. Versos evocadores y llenos de fatalismo.

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  2. Ahí le has dado,fratello.Lo peor es que los tiempos que vivimos ahora son peores, y el abono que hizo crecer el fatalismo de ayer,es hoy más abundante. ¡Maldito mundo!

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  3. Esta justa poética quisieran ver los pasados siglos y, espero,por su bien, vean los venideros. A las inmundas playas del hogaño llegan cuales restos de glorioso naufragio los restos del espléndido navío donde antaño las Musas navegaban. El resplandor del viejo oro no ha muerto. Loor a los vates inmortales. Y no dejen ustedes, amigo míos, de cruzar lanzas, digo cálamos. Qué placer leer sus versos.

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    1. Digo que no se hace menos placentero leer su comentario, amigo mío. Bien habría merecido la pena naufragar para encontrarse con su lirismo, aun a riesgo de perecer en los brazos de Neptuno, pues sería el último paso menos doloroso con el músico son de su voz. Mil gracias y guárdemele Dios por tiempo mayor que aquel por el que guardó a Matusalen.

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