SONETO A UNA ENCINA EN INVIERNO
No a tu corona turbe el fiero cierzo,
adusta encina, con filo dañoso;
erguido siga el cuello vigoroso
al rigor venciendo con recio esfuerzo.
Tiempo vendrá en que a tu causa refuerzo
el céfiro tierno hará generoso,
y engalanarás tu copete hojoso
augusta y bella honrando al fértil Bierzo.
La helada edad, pues, a la edad florida
paso dando, al sonoro abril volante
arrimará a tu verde vestidura.
Y a tu pie tornaré yo, ya extinguida
mi esperanza, a ofrendarte sollozante,
líquidas reliquias de mi amargura.
Luis Varela
Hay que ver como la lectura de sus versos remueve las entretelas del alma
ResponderEliminarMe alegra leer eso, pues es casi siempre la primera intención que lleva mi poesía. Mil gracias por su visita y sus palabras, Begoña.
ResponderEliminarEl verdor siempre da juego para la lírica y has sabido aprovecharlo. Perfecto de eufonía, perfecto en construcción... perfectos consonantes. Una joya.
ResponderEliminarGracias mil, fratello. Este es uno de los que compuse en tiempos en que aún estaba verde en tal oficio. Le tengo bastante cariño, fue uno de los que me hizo iniciar un rumbo más correcto del que llevaba. Gracias por tu, imprescindible para mí, visita.
ResponderEliminarLlevaré estos versos en mis solitarios paseos. Uniré mis lágrimas y mi amargura a las suyas. Y se estremecerá de nuevo la nieve de mis sienes...
ResponderEliminarVayan, pues, también estos versos en vuestra compañía, querido amigo. Alborozados aun tristes siendo caminarán a la su diestra y si juntas las lágrimas llueven, ha de agradecerlas la benigna encina su sombra regalando cuando más apriete Febo.
EliminarHa de vernos el dios de la rubia cabellera en esa beatífica sombra, si es que antes no nos meten a la sombra los que odian a la estirpe de los malditos.
ResponderEliminarPues ojalá el rubio dios les deje caer uno de sus rayos a los que odian y calcinados quedan...
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